El veto a la candidatura de Antauro Humala en el 2026 ha animado las esperanzas electorales de parte de la izquierda. El etnocacerista era visto, no se sabe con cuánta lógica, como una carta importante para la próxima presidencia. Ahora está comenzando la búsqueda de un reemplazo entre el medio centenar de aspirantes que dan vueltas por allí.
Aunque se debe tomar en cuenta que este Humala nunca llegó a ser propiamente de izquierda. Sus ideas son un mix de autoritarismo, patriotismo silvestre y racismo anclado en varios disimulos, algunos de ellos de derecha. Pero no son las ideas lo que atraído en él, sino un cierto estilo de Indiana Jones político, látigo en mano, practicado desde la cárcel.
¿Es reemplazable? No por aquellos que circulan como dirigentes de izquierda, en su mayoría víctimas de un chancón de dedos sufrido a manos de Pedro Castillo (otro precandidato con una incomprensible micro-popularidad). Pero la dispersión del voto y el estulto sistema de debate pre-electoral abren con facilidad las puertas de la segunda vuelta.
La estrategia de Humala era la presidencia por seducción del público antisistema de la calle, la pampa y la puna. Era un juego aventurero de todo o nada. Nos parece que el juego de la izquierda que lo reemplazará en los padrones no es presidencial, sino parlamentario. Pues la debilidad del sistema presidencialista viene quedando cada vez más en evidencia.
Sin embargo, Humala todavía podrá transferir popularidad y votos a su propio endosado. El paquete es previsible: aceptar el etnocacerismo como lema, y sumarle las consignas de izquierda del endosado. Eso sacaría de juego a las figuras más inclinadas hacia lo liberal, es decir a aquellos sospechosos de ser caviares (¿?).
En otras palabras, Humala no podrá ser candidato ni presidente, pero sí será influyente en la definición del ala izquierda de la encuesta electoral. Por lo pronto su presencia como convidado de piedra activo saca de juego a Castillo, si alguna vez estuvo allí luego de su golpe. De paso afecta al oportunismo que se fue con el peor Castillo.
Rudecindo Vega ha llamado a la próxima una “criminal campaña electoral”. No le falta razón, aunque todavía no conocemos los detalles. La ausencia de Humala calma a muchos. Pero se deberían preocupar también por algunas posibles presencias.