Por César Rodríguez R. A las tan sonadas como reveladoras declaraciones de diferentes voceros del clan fujimorista, que desvelan la verdadera estirpe de violencia de su proyecto, se suma ahora otra peculiaridad no menos inquietante. Esta sale a la luz a propósito del hecho de que una de los “técnicos” que representaron a la familia Fujimori en el encuentro del domingo resulta ser la misma que asumió en 1999 la obscena tarea de defender lo más oprobioso de sus mandamases, ambos condenados como autores mediatos de asesinatos, torturas y maltratos. La persona de marras lo hizo con argumentos parecidos a los de la tristemente célebre congresista electa Martha Chávez, que calificaba la tortura de Leonor la Rosa como un caso de autotortura y la muerte y desaparición de los universitarios de La Cantuta como autosecuestro. En el debate internacional, a más tardar tras los campos de concentración, se ha dejado de llamar candorosamente técnicos a los que participan con conocimiento especializado en la gestión pública y en la polémica política. Esto ocurrió después de toparse ominosamente con economistas, médicos, ingenieros, jueces, fiscales, etc., que, bajo el pretexto de su condición de expertos químicamente puros, contribuyeron al exterminio de millones de judíos, gitanos, socialistas y demás “insectos” (según el léxico nazi). Pues bien, o mejor dicho mal, la dinastía que pretende consolidarse como tal presenta su elenco estelar compuesto por “técnicos” que quieren desenchufar su discurso actualsobre cuestiones económicas o derechos humanos de su infausta trayectoria. Estas son las cosas que realmente nos aterran. Los peruanos que no somos desmemoriados, que extraemos enseñanzas tanto de nuestro aciago pasado reciente como de acontecimientos que marcaron la humanidad o mejor dicho la deshumanización no esperaremos inmóviles hasta que sea demasiado tarde. Parafraseando a Berthold Brecht, ojalá no despertemos recién cuando vengan a buscarnos.
