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El ruido de la calle

Huele a incienso y a torrijas

El turismo también puede notar el impacto de la retórica de Trump. Los aranceles han castigado a los viajeros de Europa que iban a EEUU

Huele a incienso y a torrijas
Ulises Culebro
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Actualizado

La Semana Santa esta marcada por el tiempo revuelto con el paso de borrascas atlánticas de aire gélido, lluvias, nevadas y tormentas con granizo. El aire polar y las borrascas las envió Lutero, al que no le gustan las procesiones, y han dejado sin salir muchos pasos. La Iglesia, al verse amenazada por la Reforma, pidió a los creyentes que exteriorizaran la fe, y España cumplió la orden.

Las procesiones, como casi todo, las inventaron los griegos. Los católicos sustituyeron a Poseidón por Cristo, pero con los mejores escultores del reino; y, como a los españoles les gusta tanto el teatro, lo hicieron en la calle: autos sacramentales, teatro religioso y drama litúrgico para la exaltación de la fe, que tuvo su esplendor en la época barroca. Al principio, las ceremonias eran crueles, los penitentes se azotaban las espaldas hasta que saltara la sangre o caminaban descalzos. Santa Teresa dijo que el espectáculo era propio de bárbaros y salvajes.

En estos días huele a incienso y a torrijas. En Málaga está la Legión; en Sevilla, las saetas de los Cristos gitanos; en Calanda suenan los tambores; en Cuenca, las turbas. Los últimos autos sacramentales que se celebraron al aire libre en España en la época tenebrosa asustaban a los viajeros románticos con latigazos y torturas de los flagelantes, prohibidos por Carlos III. Godoy también intentó inútilmente prohibir los pasos. La República no se sabe si los censuró, unos dicen que sí y otros que no. En la modernidad no le gustaban a Podemos ni tampoco al Papa.

Ahora siguen llegando millones de extranjeros que no son viajeros románticos, sino turistas que colapsan los cielos. Las ciudades andaluzas doblan su población. Las reservas para la Semana Santa han crecido un 30%: 700.000 extranjeros más que el año pasado; algunos presenciarán los pasos para ver vírgenes con vara de alcalde y cucuruchos del ku klux klan, cristos en enaguas y borriquitas en las catedrales. Pero también el turismo puede notar el impacto de la retórica de Trump. Los aranceles han castigado a los turistas de Europa que iban a EEUU. Las llegadas han caído y provocado perdidas importantes. Entre los motivos están los férreos controles migratorios y la dificultad para obtener visados en la guerra mundial del comercio.