“Tener cintura" en el Perú es una expresión que denota la capacidad innata que tenemos los peruanos para sortear y reaccionar ante la adversidad y enfrentar situaciones difíciles. Tener mucha cintura también significa que estamos con sobrepeso, lo que terminamos por admitir cuando hay que llevar las correas al zapatero para que le agregue agujeros.
La percepción sobre las personas con sobrepeso o en obesidad ha oscilado entre una percepción positiva del “gordo simpaticón”, alegre y divertido para quién “la pinta es lo de menos” pues “vos sos un gordo bueno” como dice la canción argentina “Balada para un gordo”. Esa canción data de los años 70 y los cánones de belleza se han tornado en desfavor de las personas con sobrepeso, en particular las mujeres para quienes ya no es tan cierto que “gordura es hermosura”. La aparición de cadenas de gimnasios en todos los distritos, desde los de altos ingresos hasta en los más pobres es un signo de los tiempos actuales.
En programas populares como “Esto es guerra” se presenta otro modelo de belleza: la de jóvenes atléticos y mujeres esbeltas con curvas bien delineadas. El premio nobel de economía Hamermesh mostró que “La belleza paga” (título del libro) pero que la fealdad penaliza más fuertemente el salario. La “buena presencia” requerida en los empleos (especialmente para las mujeres) no se refiere únicamente al color de la tez sino también a la situación de sobrepeso. Las personas obesas tienen una menor participación en el mercado laboral (controlando por sus otras características) y cuando logran un empleo, sufren una penalidad que puede sumarse a la discriminación de género o étnica. Tener “buena presencia” es a menudo un requisito (ilegal, pues oculta discriminación) para obtener un empleo. Un estudio de Galarza y Yamada de la universidad El Pacífico muestra que la belleza es el factor más importante para los empleadores, antes que el color de la piel o el sexo del postulante en mayor medida para el acceso a empleos calificados, que para los empleos técnicos o los no calificados.
El indicador corrientemente utilizado para definir si una persona tiene sobrepeso es el índice de masa corporal (IMC). Su cálculo es simple: se divide el peso de la persona por su talla al cuadrado. Así, una persona que mide 1.90 metros y pesa 99 kilos, tiene un IMC de 27.4, superior al umbral de sobrepeso (25) pero aún por debajo del de obesidad (30). Para no tener sobrepeso, esa persona (yo en la ocurrencia) tendría que pesar 90 kilos. Sin embargo, el cuerpo médico concuerda en que este indicador no es muy preciso pues no considera que hay personas como los atletas (ya no me atrevo a incluirme), que por tener una importante musculatura (y poca grasa corporal) tienen un IMC elevado, y que por ello el elevado IMC no representa necesariamente un riesgo para la salud.
Es por eso que las autoridades de salud recomiendan utilizar, además del IMC, la talla de la cintura (circunferencia abdominal), en la medida que el exceso de grasa abdominal está asociado a procesos inflamatorios precursores de enfermedades crónicas inflamatorias (diabetes, artritis) y riesgo de accidentes cardio-vasculares, que implican una carga importante sobre nuestros sistemas de salud. El zapatero y su correa le predicen bien su futura salud.
En 2023, uno de cada 4 (24.3%) peruanos es obeso. Los adultos entre 18 y 59 años son los más afectados con un 28.3% en obesidad. Uno de los rasgos saltantes son las diferencias en la incidencia de la obesidad de los adultos según sexo. Un tercio de las mujeres de 18 a 59 años tiene obesidad, 9.1 puntos porcentuales más que los hombres. Los riesgos de desarrollar enfermedades crónicas como la hipertensión y diabetes de tipo 2 son más altos en las mujeres. En 2022, el 45.9% de los adultos entre 18 y 59 años sufre de enfermedades crónicas, porcentaje que sube al 80% en el caso de los mayores de 60 años. Las mujeres son más propensas que los hombres a tener una enfermedad crónica (46.6% vs 37%). El nivel de educación juega en sentidos opuestos para hombres y mujeres. Para los hombres, la incidencia de obesidad crece con el nivel de educación mientras que para las mujeres es al revés (6.7 puntos más para las con educación superior respecto a las con educación secundaria).
Es preocupante y ha pasado desapercibido el incremento en la obesidad en los jóvenes de 15 a 17 años, que ya venía creciendo, pero que aumentó fuertemente durante la pandemia, consecuencia sin duda del prolongado confinamiento y el cierre de los centros educativos. La obesidad a temprana edad tiene consecuencias psicológicas, afectando la autoestima y los rendimientos escolares. Los estudios muestran que también los jóvenes obesos tendrán mayor probabilidad de ser obesos en la edad adulta y desarrollar enfermedades crónicas.
Las perspectivas futuras son sombrías. Según las proyecciones publicadas en la prestigiosa revista médica The Lancet (*), dentro de 25 años, casi ocho de cada diez (78.4%) mujeres y varones peruanos (75.4%) tendrá sobrepeso u obesidad, ligeramente por debajo de los promedios latinoamericanos (81.1%). Si la pandemia reveló las enormes brechas en el sistema de salud que significó, según la misma fuente, una pérdida de 6 años en la esperanza de vida, la epidemia de obesidad y el consiguiente incremento de las enfermedades crónicas, hacen urgente que las políticas de prevención sean consideradas como una prioridad nacional.
El Perú comparte con otros países de ingresos medios y bajos, lo que se ha llamado la “doble carga de la malnutrición”, que significa la presencia, al mismo tiempo, en las mismas regiones y hasta en las mismas familias, de situaciones simultáneas de desnutrición y anemia infantil y de obesidad de los adultos. En 2023, según la ENDES, en casi tres de cada diez hogares (27.1%) con niños menores de 5 años, se constata simultáneamente niños con anemia y jóvenes y adultos con obesidad. Recordemos igualmente que en los últimos años ha venido aumentando de manera significativa la proporción de la población con déficit calórico, en particular en la capital y ciudades del resto del país. Paradojas de un país que es considerado como una de las capitales gastronómica mundiales. Aumenta la población con déficit calórico y niños con anemia, pero al mismo tiempo aumenta la incidencia de sobrepeso y obesidad ¿Qué significa esto? Que la mal-nutrición no se reduce a la ingesta de una poca cantidad de alimentos. Que tiene más bien que ver con la calidad y los equilibrios entre los distintos aportes nutricionales que brinda una alimentación variada y equilibrada. Que debe evitarse una alimentación desequilibrada, que se eliminen las calorías “vacías” e incluya proteínas animales, verduras y frutas. La utilización de los octógonos ha sido un paso importante pero insuficiente para afrontar el problema. Los 10 soles diarios no les alcanzan a los hogares pobres para comprar un menú, y menos para uno con los aportes nutricionales adecuados. Exijamos a los legisladores que tengan “más cintura” y enfrenten el problema de la malnutrición.
(*) Global, regional, and national prevalence of adult overweight and obesity, 1990–2021, with forecasts to 2050: a forecasting study for the Global Burden of Disease Study 2021. The Lancet. 03 March 2025.