No todo comenzó con Trump, por José Rodríguez Elizondo

Los expertos realistas leyeron el tema en modo contraintuitivo. Sabían que la democracia no se exporta fácil y que, con zares o secretarios generales, Rusia era dura de matar.

Confirmando los temores de Einstein y Oppenheimer, la amenaza nuclear sigue vigente. Roto el duopolio de los EEUU y la ex Unión Soviética (URSS), hoy tienen el arma total el Reino Unido, Francia, China, Israel, Pakistán y Corea del Norte. Además, se sospecha que la tienen una decena de otras potencias, entre las cuales India e Irán, que puede ensamblarla cuando su teocracia lo estime oportuno.

Sin embargo, cuando el presidente ruso, Vladímir Putin, “normalizó” el uso del arma  nuclear para afirmar su invasión a Ucrania, algunos pensaron que era fruto de la permisividad con ignorancia de Donald Trump. No asumían que las estrategias que se cruzaron, tras la implosión de la URSS, generaron un proceso largo y complejo, que mutó el equilibrio del terror de la Guerra Fría en un terror desequilibrado.

CÓMO DESHACER YALTA

En los EEUU, el fin de la URSS reeditó, en modo nuevo, el clivaje halcones-palomas. Aquellos leyeron el fenómeno como la victoria final de su “destino manifiesto”. Entendían que era urgente rescatar los países europeos que la Conferencia de Yalta dejó bajo la férula de Stalin… y seguir avanzando hacia Rusia para expandir la democracia. No sería difícil, pues había desaparecido el Pacto de Varsovia —la alianza militar soviética—, mientras la OTAN —la alianza militar atlántica— estaba intacta.

El gran expositor de esa línea fue Zbignew Brzezinski, de origen polaco, exasesor de Jimmy Carter y experto en marxismo-leninismo. En su libro El gran tablero mundial, de 1997, planteó que estaba en el alma imperial rusa ser una amenaza para las potencias occidentales y que la ya independizada Ucrania, exrepública soviética, era su “pivote geopolítico”. Ergo, este país debía ingresar a la Unión Europea (UE) y a la OTAN, “entre el 2005 y el 2010”. En un libro posterior fijó 2014 como el año decisivo.

Los expertos realistas leyeron el tema en modo contraintuitivo. Sabían que la democracia no se exporta fácil y que, con zares o secretarios generales, Rusia era dura de matar. Así lo había demostrado frustrando las invasiones de Napoleón y de Hitler y no era prudente humillarla. Lideró esta posición Henry Kissinger, oriundo de Alemania, secretario de Estado de Richard Nixon y timonel de los EEUU en la Guerra Fría. En una  entrevista de 2014 —cuando Rusia ya había anexado Crimea— dijo que la marcha hacia el este de la OTAN, con “escaladas cada semana”, debía detenerse ante Ucrania. Eslabón limítrofe entre Europa, Rusia zarista y la URSS, este país debía tratarse como “militarmente no alineado e independiente”. En su libro Orden mundial, añadió una profecía estremecedora. Planteó que, en un contexto de proliferación nuclear, un Estado con ese poder estaba en condiciones de “amenazar con decisiones apocalípticas para obtener una ventaja perversa sobre sus rivales”.

Fue la profecía ejecutada por Putin en 2022, tras su “operación militar especial” contra Ucrania.

IRRESISTIBLE ASCENSIÓN DE PUTIN

No era sencillo, entonces, rescatar y sumar países del excampo socialista. Ante ese dilema, el presidente Bill Clinton había optado, en 1997, por fingir una negociación con Boris Yeltsin, sucesor de Gorbachov, mientras tramitaba el ingreso a la UE y a la OTAN de los países europeos liberados. Así lo reconoció en sus memorias, con cierto candor, al narrar su diálogo con el jefe ruso. Dice que este no solo aceptó que esos países se incorporaran a las nuevas estructuras políticas y económicas europeas. También aceptó que se  incorporaran a la OTAN y solo puso como condición que se excluyera a Estados de la ex-URSS “como las repúblicas bálticas y Ucrania”. Agrega Clinton que le pidió mantener ese compromiso “en el closet”. Es decir, en secreto.

Era un secreto imposible. La OTAN siguió proyectándose, incluso hacia el noreste (hoy están en ella los Estados bálticos, Suecia y Finlandia). También intentó reclutar a Georgia, república exsoviética y hasta exploró el ingreso de  la superestratégica Ucrania. Entretanto, el orgullo ruso se endurecía y Yeltsin fue reemplazado por Putin, exoficial de inteligencia de la KGB y exsupervisor de la Stassi en Alemania del Este.

Cualquier analista occidental competente pudo prever, entonces, que la reacción nacionalista rusa debía llegar… y llegó. Sucedió en 2007, durante una conferencia europea de seguridad en Alemania. Fue cuando el presidente Putin    emitió una clara advertencia ante sus homólogos de Occidente. Les notificó que Rusia no aceptaría un papel subordinado en los asuntos internacionales y que “un modelo unipolar no solo es inaceptable, sino imposible en el mundo actual”. Además, advirtió que la seguridad global se estaba desestabilizando y fraseó, por primera vez, el inestable estatus del arma total: “Este sistema insostenible obliga a las naciones a armarse, incluida la proliferación nuclear”.

Esa intervención afirmó su liderazgo interno y confirmó un cambio cualitativo en el  personal político ruso. Acusados de debilidad supina, los viejos jerarcas excomunistas fueron desplazados por una “nueva clase” ideológicamente atea y experta en conspiraciones. En el primer círculo de Putin estaban altos exoficiales de la KGB y exmilitantes reconvertidos en millonarios voraces tras el caos que siguió a la caída de Gorbachov. Todos con más experiencia en operaciones encubiertas y movidas financieras ocultas, que en las prácticas y sutilezas de los políticos profesionales. Por cierto, no apreciaban la alternancia en el poder.

Si aquello no se procesó en Occidente, fue porque los Estados son olvidadizos, sus líderes suelen ignorar los temas de la política exterior y sus democracias ya no eran lo que fueron. En los EEUU, el presidente George W. Bush describió a Putin como “directo y confiable”, mientras políticos importantes criticaban el alto costo de la seguridad europea. En paralelo, los medios daban amplia tribuna al outsider Donald Trump, empresario del sector inmobiliario que participaba en programas de farándula, contrataba autobiógrafos y predicaba el aislacionismo. En Europa, los miembros de la OTAN no pagaban las cuotas comprometidas, agudizaban sus diferencias nacionales, el Reino Unido abandonaba la UE y, por reflejo paradójico, volvía a experimentarse el temor a la tibieza de los EEUU. En Francia recordaban que, por desconfiar de su solidaridad, Charles de Gaulle creó una fuerza nuclear propia.

Así, mientras el expansionismo OTAN calificaba como “fuga hacia adelante”, Rusia invadió Ucrania el 2022 y la instaló como un enorme agujero negro. En Francia, el presidente Emmanuel Macron osó frasear el miedo: “Europa puede morir”.

Es que por mucho menos habían estallado dos guerras mundiales.

BINOMIO CON HISTORIA

Lo que solo después se supo fue que la KGB soviética había estado en el mero inicio de estos desarrollos. Previendo la caída de Gorbachov, sus jefes buscaron contactos políticos y nichos de  inversión en Occidente. Yuri Dubinin, embajador de la URSS en Washington, les sugirió, entonces, un acercamiento al joven empresario Trump.

Invitado a Moscú en 1987, en plan turístico y de negocios, Trump fue agasajado prolijamente por presuntos colegas. Entre otras tentaciones le propusieron levantar una torre con su nombre en Moscú y, de paso, le presentaron bellas mujeres eslavas. Treinta años después, Putin supo amarrar y potenciar esa relación. El conocido periodista John Dinges la sintetizó en dos líneas: “Trump ha abandonado la alianza con Europa para forjar una nueva relación preferencial con Rusia”.

Hoy no solo Ucrania está pagando los costos. Como si estuviéramos en una segunda repartición de Yalta, Trump exige incorporar a la soberanía de los EEUU a Canadá, Panamá y Groenlandia… por razones de seguridad nacional.

Pero esa es otra historia que aquí no alcanzamos a contar.

José Rodríguez Elizondo

Desde el sur, segunda temporada

José Rodríguez Elizondo. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.